El mercado laboral es un canal esencial para la transmisión de prosperidad, pero también refleja y reproduce desigualdades estructurales que limitan el desarrollo inclusivo. 

Una de las más persistentes y significativas es la brecha de género, que se manifiesta en barreras diferenciales de acceso, permanencia y condiciones laborales entre hombres y mujeres.  

Un análisis de Corficolombiana señala que la participación laboral de las mujeres es 23,6 puntos porcentuales (p.p.) menor que la de los hombres, y su tasa de desempleo es cerca de 6,0 p.p. más alta, lo que evidencia una inserción menor y una sobrerrepresentación femenina en sectores de baja productividad, en una marcada segmentación ocupacional y en una penalización salarial persistente.

Indica el reporte que este fenómeno no se explica únicamente por diferencias en educación, experiencia u otras características observables, sino que también responde a barreras estructurales e invisibles que la literatura ha denominado “techo de cristal”.

Además, la alta carga de trabajo no remunerado y la repartición de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos que, culturalmente han recaído casi que exclusivamente sobre la mujer, generan barreras adicionales para la inserción femenina en el mercado laboral.

Incluso, los datos del primer trimestre del año revelan que, en términos generales, no se han producido mejoras sustantivas en los últimos 18 años. Al comparar las cifras actuales con el histórico, se observa que la participación laboral, el empleo y los niveles de desempleo continúan mostrando diferencias significativas entre géneros. 

La falta de progreso sugiere que las políticas públicas y las dinámicas del mercado no están siendo lo suficientemente eficaces para cerrar las brechas existentes. 

El informe dice que esta desigualdad trae consigo impactos profundos en la autonomía económica de las mujeres y en el aprovechamiento del capital humano del país. 

Las mujeres ganan en promedio un 7 % menos que los hombres, enfrentan segregación ocupacional y una alta carga de trabajo no remunerado, lo que limita su desarrollo profesional y su aporte al crecimiento.

La propuesta de reforma laboral previa reconocía la discriminación de género e incorporaba medidas como jornadas flexibles, formalización del trabajo doméstico y rural, y licencias diferenciadas para promover la equidad. Sin embargo, en un contexto de alta informalidad y débil capacidad institucional, estas medidas podrían ser insuficientes o incluso perjudiciales para la inserción laboral de las mujeres.