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Se ha copiado el vínculo

La maternidad y la dignidad humana en la encrucijada del progresismo y el transhumanismo

Desde un punto de vista médico, la gestación no es únicamente un proceso biológico, sino una experiencia integral que establece el vínculo más profundo entre madre e hijo.
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Dr. Ismael Perdomo
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Suministrada
1 Dic 2024 - 10:30 COT por Ecos del Combeima

En la actualidad, somos testigos de una batalla cultural que amenaza los fundamentos mismos de nuestra humanidad. Las corrientes progresistas y el transhumanismo promueven la idea de que la maternidad, la familia y la identidad biológica son conceptos arcaicos que deben ser superados en nombre de una supuesta "libertad" y "progreso". Como médico pediatra, epidemiólogo y cristiano evangélico, considero que estos enfoques no solo ignoran la verdad científica y espiritual, sino que atentan contra el diseño perfecto de Dios para la humanidad.

El feminismo radical y el transhumanismo han dado lugar a propuestas como los úteros artificiales, que buscan eliminar la "carga" del embarazo para la mujer. Sin embargo, estas tecnologías no liberan, sino que deshumanizan. Desde un punto de vista médico, la gestación no es únicamente un proceso biológico, sino una experiencia integral que establece el vínculo más profundo entre madre e hijo. Romper este lazo, que Dios diseñó para reflejar Su cuidado y amor, es un acto que degrada la dignidad humana y reduce al ser humano a un mero producto tecnológico.

C.S. Lewis advirtió en su obra La abolición del hombre que la humanidad, en su intento de dominar la naturaleza, terminaría perdiendo su propia esencia. Este mensaje es particularmente relevante hoy. El transhumanismo, con su afán de superar los límites impuestos por la biología y la ética, promueve una visión mecanicista del ser humano que lo cosifica y lo somete a los caprichos de la tecnología. Pero el ser humano no es un experimento; es una creación divina, hecha a imagen y semejanza de Dios.

En el ámbito cultural, las ideas de Simone de Beauvoir, quien abogaba por la abolición de la familia natural, encuentran eco en las actuales corrientes que rechazan los roles tradicionales de género y promueven una identidad líquida. Estas ideologías desarraigan a las personas, especialmente a los jóvenes, de su propósito divino y generan una confusión que destruye la estabilidad emocional y social. Como médico, he observado el impacto devastador que esto tiene en la salud mental de las nuevas generaciones, quienes luchan por encontrar un sentido en medio de un mundo que niega la verdad.

Los pensadores cristianos como Abraham Kuyper nos recuerdan que cada esfera de la vida —la familia, la ciencia, la cultura— tiene su propia soberanía bajo el señorío de Cristo. Cuando el hombre intenta usurpar ese orden, como sucede con las ideologías progresistas, el resultado es caos y sufrimiento. La ciencia, lejos de ser enemiga de la fe, debe estar al servicio de la humanidad, respetando los límites éticos y glorificando a Dios.

La maternidad, en particular, es un don sagrado que refleja la capacidad creadora y sustentadora de Dios. No es una "carga" ni una "limitación", como algunos ideólogos quieren hacer creer, sino una vocación noble y una expresión única del amor divino. Como pediatra, he sido testigo de cómo el vínculo entre madre e hijo es esencial para el desarrollo físico y emocional de los niños. Ninguna tecnología, por avanzada que sea, puede replicar ese diseño perfecto.

En palabras del apóstol Pablo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene” (1 Corintios 6:12). La ciencia y la tecnología son herramientas poderosas que deben ser usadas con sabiduría y responsabilidad. Cuando se separan de los principios éticos y espirituales, se convierten en instrumentos de destrucción, no de construcción. Por eso, debemos defender con firmeza los valores que sostienen nuestra sociedad: la familia, la dignidad de la vida humana y el reconocimiento de que Dios está por encima de todas las cosas.

En conclusión, frente a la avalancha de ideas que buscan redefinir la naturaleza humana, es urgente levantar una voz clara y firme en defensa del orden divino. La verdadera libertad no radica en rechazar los límites establecidos por Dios, sino en abrazarlos como expresión de Su amor y sabiduría. Solo así podremos construir una sociedad que honre al Creador, proteja a las generaciones futuras y encuentre en Él el propósito y la esperanza que ninguna ideología puede ofrecer.

Dr. Ismael Perdomo