Colombia y Estados Unidos, una relación en crisis y al borde del abismo
Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos atraviesan una fase de alta tensión, marcada por decisiones unilaterales que han desestabilizado una alianza de décadas. La negativa del presidente Gustavo Petro de permitir el ingreso de vuelos con colombianos deportados desde Estados Unidos el 26 de enero de 2025 ha desencadenado una crisis diplomática sin precedentes en los últimos años. Más allá del acto en sí, lo preocupante es la ausencia de una estrategia clara en la política exterior colombiana y la reacción inmediata del gobierno estadounidense, encabezado por el presidente Donald Trump, quien ha respondido con medidas que podrían afectar gravemente la economía y estabilidad de nuestro país.
Históricamente, la relación con los Estados Unidos no ha sido fácil, siempre ha sido compleja pero funcional. Estados Unidos es el principal socio comercial de Colombia, absorbiendo alrededor del 30% de sus exportaciones, además de ser un actor clave en la lucha contra el narcotráfico y la cooperación en materia de seguridad. Sin embargo, la postura de Petro, basada en un discurso soberanista y de confrontación directa con Washington, parece estar desafiando los límites que la diplomacia y la cortesía internacional pueden tolerar, asumiendo de manera personal consecuencias económicas y políticas severas. Algunos dicen que es una pelea buscada, un florero de Llorente para generar caos con los Estados Unidos.
El problema radica en la forma en que Petro ha manejado la crisis. En lugar de recurrir a canales diplomáticos institucionales, el mandatario ha optado por respuestas emotivas y declaraciones en redes sociales, lo que ha debilitado la posición de Colombia ante un socio estratégico. Esta falta de cálculo geopolítico puede derivar en represalias comerciales inmediatas, como la imposición de aranceles y restricciones a la exportación de productos colombianos clave, incluyendo el café, las flores, el aguacate Hass y la tilapia, sectores que dependen en gran medida del acceso al mercado estadounidense.
Por otro lado, la administración Trump ha demostrado que no dudará en aplicar políticas de presión sobre aquellos gobiernos que considere adversos a sus intereses. Su estrategia de "Realpolitik" se basa en relaciones transaccionales, donde la lealtad y la cooperación se traducen en beneficios, mientras que la oposición o el desafío se pagan con sanciones económicas y restricciones diplomáticas. Países como El Salvador y Argentina, cuyos mandatarios han adoptado una postura más afín a Trump, podrían verse beneficiados en términos de comercio y cooperación, mientras que Colombia podría enfrentar un aislamiento progresivo si el presidente Gustavo Petro no modera su discurso y estrategia.
El trasfondo de este conflicto es aún más preocupante. Si bien la soberanía de un país es un principio irrenunciable, el manejo inadecuado de la diplomacia puede traer consigo costos económicos y políticos que afecten directamente a la población. La negativa de Petro a aceptar los vuelos de deportados podría haberse tratado mediante una renegociación diplomática, buscando acuerdos que mejoraran las condiciones de retorno de los migrantes sin generar una crisis innecesaria. Sin embargo, al adoptar una postura de confrontación sin un plan de contingencia claro, el gobierno colombiano ha dejado al país expuesto a represalias severas. Esta situación se puede agravar a instancias inimaginables si el presidente persiste con su postura ideológica antimperialista sin tener en cuenta los intereses de miles y miles de colombianos que dependen de la relación comercial o económica con los Estados Unidos.
A medida que avance el gobierno de Petro, es previsible que las tensiones con Estados Unidos se profundicen si no hay un cambio en la estrategia diplomática. La imposición de aranceles y restricciones comerciales afectará a miles de productores colombianos que dependen del mercado estadounidense, además de complicar la cooperación en seguridad y lucha contra el narcotráfico. Si el gobierno colombiano insiste en una política exterior basada en la confrontación y la improvisación, el país podría verse en una situación similar a la de Venezuela en sus primeros años de distanciamiento con Washington, cuando las sanciones y restricciones aceleraron su crisis económica.
En conclusión, la relación entre Colombia y Estados Unidos bajo la administración Petro enfrenta un camino incierto y peligroso. Mientras el presidente colombiano mantenga una postura desafiante sin una estrategia diplomática sólida, el país se expone a consecuencias económicas y políticas significativas. La lección que deja este episodio es clara: la diplomacia no se puede improvisar, y el pragmatismo debe primar sobre la ideología cuando están en juego los intereses nacionales. Sin un giro en la estrategia del gobierno colombiano, el futuro de concernencia bilateral con Washington parece estar más cerca de la confrontación que de la cooperación, con efectos que podrían repercutir en la estabilidad del país en los próximos años. Una relación en crisis y al borde del abismo.