La historia de un viaje que terminó en dolor y cuestionamientos
El último día del 2024 marcó un capítulo doloroso para la familia de Kevin Bocanegra, un joven montañista de 25 años que falleció durante una excursión al Nevado del Tolima. La travesía, que comenzó con ilusión el 28 de diciembre en el Valle del Cocora, Quindío, terminó en una desgarradora tragedia que dejó al descubierto graves fallos en la regulación y atención de emergencias en este tipo de actividades extremas.
Kevin inició la caminata junto a su suegra, Julieth Ordóñez, y su novia, Jois Ramírez, bajo la guía de Óscar Apolinar, un primo que se presentaba como guía profesional. Sin embargo, pronto se hizo evidente que Apolinar carecía de la preparación adecuada para liderar una excursión en estas condiciones. Según Jois, desde el inicio del recorrido Kevin presentó síntomas gripales, los cuales fueron ignorados por el guía y el resto del grupo. A pesar de los signos de malestar, el ascenso continuó sin que se consideraran medidas preventivas o alternativas.
El deterioro de la salud de Kevin fue rápido y evidente. Durante una pausa en el campamento, el joven insistió en que su novia continuara mientras él descansaba para recuperarse. Al regresar, Jois encontró a Kevin en estado crítico: pálido, con los labios morados y visiblemente debilitado. A pesar de los esfuerzos por conseguir ayuda, incluyendo caballos para trasladarlo, la falta de recursos en la zona hizo que la situación se volviera insostenible. Kevin falleció en los brazos de su novia antes de que pudieran llegar a un lugar seguro.
El desenlace puso en evidencia no solo la falta de preparación del guía, sino también la ausencia de infraestructura adecuada y protocolos de emergencia en el Parque Nacional de Los Nevados. Según Jois, tras el fallecimiento, el cuerpo de Kevin fue tratado de manera indigna, siendo envuelto en lonas y amarrado con cuerdas como si fuera un objeto.
La tragedia de Kevin ha generado un llamado urgente a las autoridades para mejorar la regulación de las actividades de montaña, incluyendo la certificación de guías y la implementación de medidas que garanticen la seguridad de los visitantes. Su historia es un recordatorio doloroso de los riesgos que implica confiar en operadores turísticos no certificados y la importancia de priorizar la seguridad en este tipo de aventuras.
Jois Ramírez y Julieth Ordóñez, aún enfrentando el duelo, insisten en la necesidad de que este caso no quede en el olvido, con la esperanza de que se adopten cambios significativos que eviten futuras tragedias en las montañas de Colombia.