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Petro el absolutista

Presidente Petro es hora de gobernar y de preocuparse menos por el 2026.
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Andrés Forero
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Suministrada
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17 Mar 2024 - 10:29 COT por Andrés Forero

Los mares que ha decidido navegar el presidente Gustavo Petro han roto los límites del mesianismo y el totalitarismo, ciñéndose como una real amenaza para el sistema democrático, que, por imperfecto, ha permitido el funcionamiento de los estados liberales en el mundo.

Sus anuncios de una Asamblea Constituyente en medio de un mitin en Cali nos ponen de frente ante rasgos de personalidad a los que Gustavo Francisco nos tiene acostumbrados, incluso mucho antes de llevar sobre su pecho la banda presidencial.

El actuar de la cabeza del gobierno oscila entre la soberbia, la terquedad, la obstinación, el estado de contradicción permanente y bajo esos mismos patrones se imparten sus órdenes, con un matiz adiciónal: el poder conferido por las mayorías en las urnas que en su imaginación y solo ahí, cree le confieren el absolutismo.

Dista notablemente del comportamiento de un estadista que su actuar se aleje del sistema presidencial, republicano y adquiera cada vez más los rasgos de un emperador, cuyos caprichos deben ser satisfechos a plenitud como única opción.

Su conflicto permanente con los demás poderes del Estado se ha hecho crónico.

Víctimas de ese estilo han sido en el pasado reciente el Congreso de la República en el trámite de sus polémicas reformas y las altas cortes en la elección de Fiscal General.

Basta el enojo de su majestad para que se activen las ordas de agitadores y las bodegas de lapidadores en redes sociales que no se cerraron después de la campaña electoral.

Eso para no hablar de lo que ha ocurrido dentro del gabinete donde la tecnocracia no tiene cabida. Cualquier objeción por racional y fundada a las ideas progresistas del mandatario se castiga en la guillotina. Aquí solo hay lugar para los aduladores.
Nombres para citar hay varios: José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria, Cecilia López, Jorge Iván González, cabezas que ha visto rodar el país en menos de dos años.

Está claro que el poder que amasija hoy el presidente no le resulta suficiente y que en la calle está perdiendo el pulso.

El sistema de contrapoderes y su limitada acción con un ministro de la política que logre mantener la coalición de gobierno, han agudizado el síndrome de Asperger que padece el presidente y que al decir de su hermano en una declaración al diario El Tiempo hacen que “Él habite su propio universo que está en su cabeza. A veces el mundo no existe allá afuera”.

La crispación del jefe de Estado lo ha llevado incluso a traicionar su propia palabra y aunque apenas es un anuncio, dice ya mucho de hasta dónde está dispuesto a llegar

Sin embargo, la pregunta es ¿para qué más poder presidente, si ni siquiera ha sabido administrar el que tiene?

Los indicadores en temas como el de seguridad revelados por el mismo Ministerio de Defensa dan cuenta del fortalecimiento de organizaciones criminales que ejercen control territorial en un amplio número de municipios del país.

Mientras su orden a las tropas es evitar la confrontación para respetar el alto al fuego, los criminales hacen de las suyas, extorsionan, confinan poblaciones enteras, carnetizan y motivan el desplazamiento de centenares de familias en la puja por la supremacía militar.
No presidente, Petro, no pida mayores concesiones sin una demostración de confianza en su administración, sin entregar resultados al país y respuestas a las necesidades inmediatas de los territorios.

Tampoco pretenda que, por ser el primer gobierno de izquierda, en 50 años, todo esté servido a sus pies, pero sobretodo no se equivoqué con sus arrebatos infantiles creyendo que la solución a sus problemas está en cambiar todo lo que no le resulta funcional, queriendo desconocer ahora la majestad de nuestra carta constitucional construida en un verdadero marco de convergencia y unidad nacional.

Ojalá la Semana Santa que se avecina - aunque no sea creyente - le sirva para tomarse un momento, respirar y explorar caminos distintos, desde la inteligencia y no desde esas pasiones desenfrenadas que lo mueven al vaivén de la declaración vehemente y más tarde de la retractación que rayan en lo caricaturesco.