El latido del campo del Tolima en cada cosecha
Dicen que la primera vez es la más difícil, por eso deseo comenzar mi primera columna de opinión con un enfoque algo diferente de lo que pensaba escribir en un principio. Estoy seguro de que a futuro revisaremos cifras, procesos estadísticos, políticas que se implementarán en el sector agropecuario y un sinfín de factores que hacen del maravilloso mundo del campo uno de los sectores más importantes de la economía en el departamento del Tolima, pero también de los más fluctuantes y del cual dependen cerca de 90 mil familias en todo el territorio tolimense.
En todos los rincones del departamento, el campo respira vida y tradición. Desde el café que despierta al mundo hasta las frutas tropicales y los alimentos que se sirven en nuestras mesas, nuestros agricultores ponen amor y esfuerzo en cada siembra. Es más que un trabajo; es una pasión que se hereda, se siente y se celebra en cada cosecha. Hoy más que nunca, apoyar y enorgullecernos de nuestro campo significa preservar una cultura vibrante y un futuro próspero.
La mayor parte del tiempo sentimos cierta conexión con el sector rural, pero pocas veces nos detenemos a analizar con interés y a hacernos algunas preguntas claras: ¿Cómo funciona nuestro campo? ¿Quiénes son esos miles de hombres y mujeres que se levantan muy temprano con herramientas en mano a cultivar lo mejor de la tierra? ¿Cuáles son los desafíos que enfrentan algunas cadenas productivas con importaciones a bajo costo? Este sector, con una alta tasa de riesgo, representa un componente crucial de la balanza comercial. Por ahora, dejemos las preguntas técnicas a un lado y empecemos por lo básico.
¿Por qué gran parte de nosotros sentimos esa inquebrantable conexión de cariño y amor por el campo?
Podemos hablar de que la humanidad se desarrolló a través de la agricultura hace aproximadamente 12 mil años, durante el periodo Neolítico, cuando los humanos domesticaron animales y crearon aldeas que posteriormente se convirtieron en ciudades. Así nacieron los sistemas de gobierno que evolucionaron en reinos, países o imperios. Incluso, la política humana tenía relación directa con el campo y, con una mirada más amplia, estos sistemas de gobierno lucharon contra otros pueblos para expandir sus fronteras agrícolas, de donde también surge la guerra.
En la actualidad, la lucha la realizan hombres y mujeres que riegan sus esperanzas en semillas, deseando la tan anhelada cosecha. Sus manos no son más que las armas, y su esfuerzo es la herramienta que convierte cada gota de sudor en sueños, con el simple deseo de asegurar un futuro mejor para sus familias. Su resiliencia y adaptación a las líneas de producción agropecuaria y a los nuevos procesos productivos es admirable.
Por eso, el amor hacia el sector agropecuario debe fomentarse por encima de discursos disyuntivos y fotos "instagrameables". En los hermosos paisajes de nuestro Tolima rural hay vida, esperanza, proyección y, sobre todo, pujanza. Es hora de que ese sentido de pertenencia que nos llena de orgullo se vea reflejado en políticas de alto impacto para nuestro campo. Que los recursos se inviertan adecuadamente en procesos agro-logísticos y en una conversión hacia vías de desarrollo cada vez más sostenibles y sustentables.
Hoy más que nunca, evoquemos ese sentir por nuestro departamento y entendamos que el campo no es sinónimo de pobreza; por el contrario, es el medio para un Tolima en paz, próspero y grande.
Omar Julián Valdés Navarro
- Administrador de empresas
Profesional en ciencias militares
Especialista en gestión del talento humano
Especialista en derecho administrativo
Magister en administración de empresas