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La deuda de un político con sus electores

Lo único verdaderamente cierto es que, un político jamás puede olvidarse de las personas que lo ayudaron a elegir, ese, tal vez es el mayor de los pecados que se pueda cometer en el ejercicio de lo público.
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Suministrada
26 Ene 2025 - 8:36 COT por Ecos del Combeima

Definimos a un político como aquella persona dedicada a ejercer actividades de interés público basado en una ideología, filosofía o pensamiento. La participación en política la vemos de diferentes maneras, bien sea, ostentando un cargo como resultado de salir victorioso en una contienda electoral, ocupando un cargo de poder mediante designación de algún mandatario o, liderando una colectividad llámese partido político, población o comunidad organizada.

Un político que presenta su nombre para unas elecciones, en sus correrías de campaña, genera una serie de expectativas en sus discursos, unos populistas, otros idealistas, algunos realistas y, hay quienes se atreven a jugar con las necesidades de las comunidades haciendo promesas sabiendo que, no existe certeza de poderlas cumplir o peor aún, teniendo la seguridad de que no las van a cumplir.

El ejercicio de la política es algo realmente lindo, esa política social cuyo objetivo principal es hacer el bien sin mirar a quien, esa política donde la mayor satisfacción es ver que, en la sonrisa de aquellos que creían que todo estaba perdido, hay esperanza. Empero, para investirse con ese linaje casi “Real” que solo lo da una credencial, el político debe formular una estrategia milimétricamente diseñada para obtener los votos necesarios, realizar acuerdos, alianzas e incluso juramentos que, una vez elegidos, terminan rompiéndose ya sea por intereses personales o por la dinámica misma de la política.

Lo único verdaderamente cierto es que, un político jamás puede olvidarse de las personas que lo ayudaron a elegir, ese, tal vez es el mayor de los pecados que se pueda cometer en el ejercicio de lo público. Pero también es claro que, los electores debemos tener memoria para acordarnos de ese político que, vendiéndonos un ideal utilitarista, ayudamos a elegir y que en definitiva terminó satisfaciendo sus más profundos deseos del corazón, pasando por encima de la lealtad, de la amistad, de la reciprocidad, del respeto, de la responsabilidad con un territorio y de un legado.

Cuando hablamos de legado, tal como lo manifiesta la Real Academia Española, nos referimos a aquello que se deja o se trasmite a los sucesores, ese mismo legado que un hombre probo dejó en manos de quien creía sus fieles escuderos pero que hoy se ve amenazado por la ingratitud del político quien después de una victoria, se olvidó de sus electores, el político que desconoció a sus amigos y creyó que en un toldo más grande encontraría más sombra, ¡cuidado!, si cree que cerrando filas tiene garantizada una reelección, recuerde que en el ajedrez, para ganar la partida, no solo basta con poner en jaque al Rey y que muchas veces, los peones son más valiosos que la Reina.

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