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¡Están asustados!

La calle es un infalible medidor de la opinión pública.
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Andrés Forero
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Suministrada
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21 Abr 2024 - 9:10 COT por Andrés Forero

Por eso, las movilizaciones de este domingo, cuando menos, inquietan a un gobierno con un  40% de aprobación, según encuestas independientes (no las pagadas con presupuesto público) que ha ido viendo diezmado el respaldo del que antes se ufanaba en la movilización popular.

Al presidente Gustavo Petro le excitan las masas y las plazas abarrotadas, sin embargo, las últimas concentraciones impulsadas en respaldo a su administración, se han caracterizado por una lánguida y desnutrida asistencia.

Ni siquiera otorgando permisos a los trabajadores oficiales,movilizando al sindicato que hizo aportes no reportados legalmente por su campaña y otros de cuyos directivos han sido premiados con burocracia estatal o financiando el viaje de la guardia indígena, ha conseguido colmar la plaza de Bolívar de Bogotá, que, en otros tiempos, le aportaba sus grandes golpes de autoridad.

Acorralado por el costo de sus malas decisiones, su improvisación y soberbia, el Jefe de Estado ha venido ambientando cada vez con más fuerza la idea de una reforma a la carta constitucional, que según su dicho, depende sí y sólo sí del poder constituyente.

Pero esas manifestaciones le pueden resultar lesivas, pues el poder constituyente no sólo se compone de sus electores, sino de ese otro 50% de colombianos que votaron por una opción diferente.

Haberse hecho elegir como presidente con la mayor votación de la historia puede ser una gesta y  merecer muchas interpretaciones usadas a su conveniencia.

Pero los números  recuerdan que la segunda votación en esa campaña presidencial fue también la segunda más alta en la historia republicana de Colombia, evidencia irrefutable de la polarización política que en dos años, como estadista, no ha logrado desactivar, convocando la unidad nacional que está llamada a representar su figura y dignidad.

Si las marchas de hoy son multitudinarias, sin cosmética audiovisual como la utilizada en los balconazos de la Casa de Nariño, el mensaje del país o por lo menos de esa otra mitad de colombianos inconformes, no sólo es válido sino que desde la lógica oficial pregonada en la red social X y en apariciones mediáticas, debe ser escuchado.

Con seguridad esta será una jornada en la que el presidente Petro no podrá quedarse en cama viendo películas y estará muy activo lanzando acusaciones contra la prensa,  los empresarios y los sectores políticos que le controvierten. Hablando de golpes blandos e intenciones de desestabilizar por vías no democráticas su propuesta de cambio.

A él le secundarán sus hombres  y mujeres de confianza, altos funcionarios del Estado que resultan ser más activistas que tecnócratas como la superintendente de Industria y Comercio, Cielo Rusinque o el director del DPS, Gustavo Bolívar quienes han demostrado al país más capacidad de polemizar que de trabajar.

El frente de batalla lo integrarán las bodegas y los influenciadores pagados desde la residencia presidencial, con dineros de los colombianos, fuerzas afines, leales, radicales en la defensa del modelo de la Colombia Humana, dispuestas a matonear, descalificar y poner en circulación mensajes fake para confundir a la ciudadanía.

Tanto temor tiene el presidente Petro de lo que pueda pasar hoy, que, desesperadamente, pretendió conjurar la movilización llamando a las EPS al diálogo para discutir su reforma a la salud y hasta se inventó un día cívico, sacado como del sombrero de un mago, al que pocos adhirieron, pero con el que invitó incluso a los ciudadanos a salir de Bogotá el fin de semana.

Buena parte de los colombianos están inconformes con su forma de gobernar, presidente Petro, y no es pretendiendo desestimar esas voces, ridiculizándolas, insultándolas o poniendo por escudo teorías conspirativas que ofenden la inteligencia de la ciudadanía como va a lograr corregirlo.

Honestamente no tengo mucha fe en que usted pueda darle un giro al timón, pues sus personalismos claramente han demostrado que son más importantes los propósitos particulares, las ambiciones por mantener el poder, que los fines supremos de la Nación.

Pero quién quita que haya un momento de lucidez mental que le permita disipar la bruma que tiene ante sus ojos y darse cuenta del abismo que tiene en frente, ese precipicio hacia el que sus aduladores le alientan a seguir todos los días.