Momento para la grandeza
Primero para quienes se dedican a la política, pues los resultados de los sondeos son una manifestación tácita de la notable ausencia de estrategia y segundo para los ciudadanos, pues estamos frente a un eventual y peligroso control absoluto del poder por parte de una colectividad lo que obligaría el exhaustivo y necesario ejercicio del control ciudadano.
Pensar en que los partidos políticos y los egos de sus dirigentes acaben por entregarle al barretismo la Gobernación del Tolima y la Alcaldía de Ibagué sería la más equivocada de las jugadas, vulnerando de paso para la democracia el principio del equilibrio de poder.
En consecuencia, este es indiscutiblemente un momento para la grandeza, para demostrar que los intereses del municipio están por encima de las ambiciones burocráticas y clientelistas de los gamonales y las colectividades.
Urge contemplar entonces alianzas programáticas que en 12 días consoliden un bloque que sume, sea capaz de conquistar el voto de los indecisos y le gane el pulso en las urnas, no únicamente al candidato Andrés Fabián Hurtado, si no a lo que en sí mismo este representa.
Hablamos de una batalla contra gigantes o más bien molinos de viento. La gran coalición debe enfrentar antes que nada la mezquindad de sus propios líderes y luego combatir con firmeza las prácticas politiqueras del rival que ya debe tener en marcha el maqueavélico plan que siempre le ha funcionado: chantaje emocional a contratistas públicos, sobornos a líderes y pago de conciencias.
A estas alturas, lo más difícil está en identificar dentro de la baraja cuál puede ser la figura que recoja esas otras tendencias y las congregue. Quizás dos hojas de vida que resultan idóneas y generan mínima resistencia.
He de advertir que frente al contexto actual la solución tampoco está en el empresario de la radio, Rubén Darío Correa, tener que elegir entre este y Hurtado, presionados por los resultados de las encuestas y el temor de que terminen posesionados, uno u otro, sería equivalente a saltar al vacío. Un tiro en el pie.
No obstante, de resultar fallido este intento, la última opción estaría puesta en el ejercicio de la ciudadanía y su veeduría social.
Los organismos de control, como es bien sabido, terminan a merced y bajo tutela de los gobernantes. Ni hablar del Concejo Municipal que en su tarea de vigilancia en lo político suele ser neutralizado con asignaciones contractuales y vulgares repartijas de mermelada.
Solo ciudadanos con los ojos bien abiertos y capacidad ética para denunciar y hacer oposición a todo acto que pueda traicionar la transparencia y el correcto proceder del servicio público podrían dar tranquilidad a un escenario de tal turbulencia.
Así pues, quedan menos de dos semanas para encontrar salidas de escape o prepararnos para cuatro años de defensa férrea del erario, la dignidad de la política y las instituciones ibaguereñas.