Los regalos de la pandemia
Inicialmente encontramos que un extraño Coronavirus estaba acabando con la población en una ciudad de China que desconocíamos y que luego descubrimos en ella una gran urbe que es la séptima ciudad más grande de China y la número 42 del mundo, en donde habitan 11 millones de personas; para que se hagan una idea de su tamaño, Ibagué tiene aproximadamente 520.000 habitantes. Es una ciudad que conecta a todo China por su robusta infraestructura vial y de transporte, lo cual fue determinante para la propagación veloz del virus. Pensamos que jamás llegaríamos a vivir algo similar porque subestimamos el impacto, pues se obvió que a diferencia de otras pandemias, la tecnología facilitó el transporte del virus a través del mundo en la medida en que las personas se movilizaban por el planeta. Al inicio muchos pensaron que era una leve gripa y en la medida en que se fueron conociendo muertes y las tristes circunstancias que rodeaban cada una de ellas, se sintió que era una realidad y estaba entre nosotros; la angustia y la ansiedad empezaron a ser evidentes en muchos escenarios de la vida. La valentía y visión de gobernantes como los nuestros, contrastaba con la omisión de cuidado de muchos ciudadanos que han facilitado el contagio veloz. Las historias de confinamiento obligatorio y las miles de muertes en Europa empezaron a encender las alarmas en nuestro continente y mientras en Ecuador se vivía una tragedia humanitaria, aquí estábamos divididos entre quienes podían tener asegurada la supervivencia de su familia, entre quienes viven del día a día, esos que no pudieron quedarse encerrados esperando el mercado o la ayuda Estatal, y quienes deliberada e irresponsablemente decidieron no aislarse e incrementar los contactos haciendo fiestas y reuniones logrando así contagiarse y ayudar al crecimiento exponencial del virus, las más de 14.000 multas impuestas por la Policía Nacional por violación al aislamiento obligatorio son una prueba de ello.
En la medida en que la angustia aumenta, los ingresos disminuyen, la incertidumbre reina y los problemas de convivencia afloran, empiezan a surgir una serie de dinámicas de vida que nos obligan a tener conversaciones diferentes tanto con los demás como con nosotros mismos. Voces de aliento, de esperanza, historias inspiradoras, manifestaciones de solidaridad y ayuda, cercanía de quienes creíamos lejos o simplemente no existían, cercanía en la distancia; empezaron a sonar nuevas palabras en nuestra día a día tales como reinvención, resiliencia, empatía, protocolo, bioseguridad, entre otras. Hemos visto con gran dolor las historias de hambre de muchas personas, las historias de negocios cerrados que se van con el esfuerzo, trabajo e ilusiones de sus creadores, desempleo, acciones irresponsables de quienes no se cuidan ni cuidan su entorno, pesimismo ante el futuro, divorcios, peleas, maltrato infantil, violencia de intrafamiliar y de género, entre otros. Lo anterior, una mezcla de bondades y perjuicios, es como tener al ángel y al demonio enfrentados por prevalecer, y ante esto, cómo reaccionar? En efecto no hay ningún experto en el manejo de crisis como la que vivimos porque sencillamente no habíamos tenido un evento con semejante impacto mundial. Cómo poder sacar la mejor versión nuestra y apropiar esas enseñanzas para mejorar nuestras vidas ante la crisis económica que ya estamos viviendo? Nadie tiene la respuesta y es algo que sin duda debemos encontrar en nuestro interior. Pasar largas noches en vela tratando de reinventarse mientras el miedo mal manejado impide tener alternativas. El camino debe ser la fe, esa que se describe perfecto en la Santa Biblia “Es pues la fe, la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”, y es tan cierto que podemos decir que esa certeza que nos permite todos los días levantarnos con un aire nuevo de optimismo, porque descubrir que las preocupaciones y el enfocarnos en el problema no nos va a ayudar a salir del fango. Tener la convicción que utilizaremos nuestros recursos para superar la crisis, cualquiera que sea, pues a todos no nos impactó igual la pandemia. Hay quienes vivían una vida similar a la que se vive hoy y no sintieron diferencia alguna por ejemplo. Lo importante es tener claro que eso que esperamos que suceda solo sucederá si a nuestra convicción o fe le agregamos una dosis de optimismo y acción. Quedarnos estáticos como reacción a la crisis es válido mientras asimilamos el problema, pero, una vez lo tenemos claro, debemos iniciar a ejecutar nuestras ideas. Lamentaciones, señalamientos, buscar culpables es inútil, mas bien, mi propuesta es encontrar lo bueno que nos ha traído esta situación y recomponer la vida positivamente hacia encontrar armonía con la naturaleza, armonía con nuestro entorno y armonía con nuestro interior. Es el momento de depurar relaciones tóxicas, es el momento de cerrar ciclos, hacer renuncias, regalarnos tiempo para reflexionar y comprender lo afortunados que somos, agradecer y soltar. Mucho dirán que no habría motivos para agradecer y les puedo asegurar que solo poder respirar y estar vivos es un motivo suficiente para estarlo. La vida nos ofrece a diario una nueva oportunidad para empezar de nuevo. Si cada uno hace el ejercicio de encontrar motivos para agradecer, va a tener confianza para encontrar las soluciones que busca. Mis regalos de Pandemia han sido muchos, entre los cuales destaco el tiempo de compartir con mis hijas y mi esposo, que ha sido caótico pero valiosísimo para sus vidas y la mía. Ellas son mis maestras y me llenan de energía y optimismo para superar los obstáculos de la vida, para otros, seguramente encontrarse en soledad absoluta también pudo ser el mejor regalo de la pandemia porque lograron encontrar en la soledad respuestas a muchas cosas; los que pudieron leer el libro que jamás habrían leído en otras circunstancias, los que encontraron una mano amiga que les ayudó, una voz de aliento, una recomendación, los que estudiaron algo que siempre quisieron aprender, los que pudieron disfrutar los últimos momentos de algún ser querido, los que perdieron oportunidades y encontraron el tiempo para desarrollar algún sueño aplazado, los que pudieron tomar la decisión que antes no habrían sido capaces de tomar, los que pudieron practicar la generosidad a través de ayudar a otros y se regalan felicidad, pues DAR produce felicidad. Que esta pandemia no solamente nos deje a algunos unos kilitos de más, que este Covid -19 que convivirá con nosotros por un buen tiempo, nos siga acercando a lo importante, eso que nos genere paz y tranquilidad, usted le pone el título, puede ser familia, soledad, negocio, idea, al final de la historia, no es dejar de ser lo que somos, es descubrir lo que somos capaces de ser.