La ciudad musical y los monumentos: un debate nacional más allá de la historia
El lunes pasado en un diario regional se publicó la preocupante noticia del descuido del monumento a los osos de anteojos ubicado en el sector de Boquerón en Ibagué, la cual es una obra artística construida con el apoyo de la Corporación Autónoma del Tolima (Cortolima) para reivindicar la fauna del bosque altoandino.
No es un secreto para nadie que en muchas ciudades capitales como la nuestra, es común ver el abandono de fachadas y esculturas por parte de las autoridades, y que en muchas de ellas que son de clima cálido, factores como la temperatura y la humedad -o el salitre en las ciudades costeras- acelera el proceso de deterioro.
La controversia sobre si tal o cual personaje debería o no tener estatuas, es un tema trillado y será más trillado por parte del Ministerio de Cultura en los famosos espacios de diálogo y revaluación sobre los monumentos públicos que existen en Colombia desde 1920 a la fecha.
Esperemos que dicho diálogo no sea el espacio para la imposición de unas visiones del mundo y la sociedad por parte de algunos sectores, o en el más realista de los casos la vitrina política de unos pocos.
Este debate no es solo entre filósofos o intelectuales, o nostálgicos monárquicos o republicanos, es un asunto de recursos y administración pública, donde la ciudadanía y el sector empresarial deben promover espacios de participación ciudadana y exigir que las autoridades en general, tanto las que tienen en sus competencias la preservación y cuidado como las que han promovido en el pasado su construcción, rindan cuentas de dónde, cuándo, cómo, por qué y para qué se han invertido estos recursos.
Y no olvidemos un detalle adicional, el gobierno nacional ha promovido el emprendimiento y las industrias digitales, creativas y culturales (economía naranja) y ahora en medio de la crisis mundial, de la reactivación económica, social y ambiental, se debe tener en cuenta la conservación y restauración del patrimonio cultural -que es una carrera profesional ofertada por la Universidad Externado de Colombia y con más de treinta años de existencia- dentro del diálogo, lo que garantizaría que exista un criterio científico en el desarrollo de esos espacios, que reiteramos debe provenir del sector productivo y la ciudadanía.
Existen varios puntos de reflexión útiles y concretos para comenzar en nuestra región y con deseo de que en todo el país haya este empoderamiento de la sociedad civil emprendedora:
1) Pedir los informes contables de al menos los últimos años -ojalá los últimos diez o cinco- aparte de los habituales resúmenes ejecutivos de las rendiciones anuales de cuentas obligatorias por Ley a las secretarías de cultura u oficinas adscritas a las alcaldías municipales encargadas de la limpieza, mantenimiento y restauración de monumentos y otros bienes culturales muebles. Así se podrá saber lo relacionado con el dinero invertido y los resultados.
2) Otro aspecto para hacer control del Estado es saber qué entidades se han encargado de su construcción e instalación y cuánto ha sido esa inversión. Si el Gobierno Nacional quiere hacer un debate “constructivo” sobre los monumentos, es justo que se reflexione sobre la promoción: hasta donde se promovió la estética y la memoria histórica y hasta donde la egolatría de los funcionarios de turno o el detrimento patrimonial.
3) Por último, sería interesante saber cuánta es la población dedicada a la gestión cultural y a las artes plásticas en la región y cuál ha sido su situación laboral y de apoyo antes y durante la emergencia y paralelamente cuales han sido los presupuestos de apoyo cultural.
Toda esta información debe resultar en que los habitantes de Ibagué y el departamento del Tolima hagan control social y propositivo para la cultura.
Verbi gracia, en Bogotá desde hace años, en cabeza del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural se creó una alianza con la empresa privada para adoptar monumentos en materia de limpieza, mantenimiento y restauración, no solamente para reducir costos a la administración, sino para generar sentido de pertenencia y ahuyentar de manera más eficiente al vandalismo.
Ya es hora de crear y es hora de creer en nosotros como sociedad civil, como ibaguereños en nosotros mismos y cuidar lo nuestro. Ni los osos de anteojos de Boquerón ni ningún monumento o rincón de Ibagué merecen más abandono.