El valor de la lealtad en la política
En la política como en cualquier otra actividad de la vida, decir la verdad es un acto de lealtad con el otro y consigo mismo, y quien lo dice normalmente es una persona honesta y respetuosa de la amistad, la institucionalidad y la reciprocidad.
Ser leal en términos políticos es fundamental y obliga a gobernar con respeto por los demás, por los que eligen y los que no, es gobernar con veneración a lo público y al futuro de sus propios gobernados.
Ser grato es igualmente una expresión de lealtad, pero debe ser sincera y reciproca; ser grato no significa ser sumiso ni permisivo, no significa devoción, ni obediencia. Por ello la lealtad en la política debe ser mutua y grata, y estar soportada en valores democráticos y no en la oportunidad de conservar poderes o despilfarrar presupuestos.
En Colombia y en las próximas elecciones, se pondrá a prueba la ¨lealtad¨ del gran ejército de contratistas públicos para que apadrinados y padrinos conserven el poder, confundiendo lealtad con obediencia, cerrando filas en torno al continuismo y acuñando la idea sentenciosa que dice ¨si ha sido leal con el jefe, es hora de seguirlo siendo con sus designados¨. He aquí una lealtad distorsionada y llevada a la sumisión, dejando de lado la conciencia e imponiendo la obediencia.
No se puede ser leal con quien ha cometido conscientemente tantas equivocaciones siendo injusto y personalista, cuando ya no procura el bienestar general y cuando la mitad de sus gobernados se mantienen en la pobreza absoluta, sin sustento ni oportunidad económica, y menos cuando ese dirigente sigue en contravía cometiendo los mismos errores por la obcecación de sus políticas ya inapropiadas.
En estos tiempos y por estas tierras, las personas leales suelen no tener mucho espacio en la política, porque en ella se requiere de aduladores antes que servidores, y cuyo único compromiso es votar y en el mejor de los casos hablar mal de oponente, aplicando la máxima de ¨denigrar y denigrar que de denigrar algo queda¨ pues el debate para ellos, los que se quieren perpetuar en el poder, no se hace con ideas ni propuestas, se hace difamando del oponente para debilitarlo y defender a toda costa los intereses de su organización política
A pesar de la complejidad conceptual, toca entender que existen lealtades buenas y malas, y que las malas suelen perjudicar mucha gente, y que una de esas lealtades malas y comunes en tierra firme, es aquella camuflada de obediencia cuando un subalterno cumple ordenes sin importar que esa acción sea fraudulenta y contraria a su condición de ser humano, servidor público, líder comunal, autoridad o simple ciudadano. Orden que se cumple sin reparo y solo por congraciar al jefe, sin pensar siquiera en su futuro, en su familia, profesión o asociación y menos en su institución o ciudad.
El profesor Royce en su libro ¨la filosofía de la lealtad¨ señalaba que las lealtades se ordenan en una jerarquía, y que en el nivel mas bajo de esa pirámide está la lealtad al individuo, luego a los grupos, y en el nivel mas alto ubica la lealtad a los valores y principios. Y en la política los valores mas preciados son la honestidad y la solidaridad.
La lealtad política debe ser un acuerdo legal que sirva para defender valores democráticos y principios inquebrantables como por ejemplo no robar ni mentir. Debe ser un acuerdo legal con honestidad y justicia social que garantice vivir en armonía y en comunidad, y que busque el bien común sin someter conciencias aprovechándose de la necesidad humana.