Ibagué reclama planeación, autoridad y orden
El desarrollo urbano de Ibagué ha sido una dicotomía constante entre el sector privado y el público con una consecuente relación urbano - rural deficiente que no encuentra una visión o norte claro para hacer de la capital tolimense, una ciudad próspera, metropolitana, con desarrollo logístico, agroindustrial, empresarial o de servicios.
Estas malas prácticas de evolución territorial van a pasar factura en el peor de los momentos, pues la contracción de la economía y la inversión privada detienen los procesos de reindustrialización, reinversión, asentamiento o relocalización de empresas o inversiones en ciudades intermedias. Existen varios retos para sacar adelante la ciudad en términos de crecimiento económico y generación de empleo, que en últimas es, el principal problema expresado por los ciudadanos: “falta de plata”, una constante pobreza monetaria que afecta a un poco más del 40% de la población.
Existe una gran deuda social respecto del espacio público pues Ibagué no es una ciudad para caminar y disfrutar. En los pocos espacios donde hay andenes, la ciudad carece de un mobiliario urbano que permita estar, circular y recrear. Esta deficiencia y gran deuda social del espacio público, se debe a una lamentable estrategia comercial del sector empresarial de la construcción que desencadenó una privatización del espacio público constriñendo la circulación, recreación y esparcimiento.
El 43% de la población de Ibagué vive en 4 comunas (6,7,8,9), todas vecinas con solo dos vías conectoras: la Pedro Tafur y la 145. Esta macrozona carece de equipamientos urbanos de carácter educativo, institucional, comercial y de salud necesarios no solo para su uso si no para el ejercicio laboral, lo que trae consigo desplazamientos que desdibujan el concepto que tenía Ibagué de buen vividero y nos hace sentir con las molestias de una gran urbe sobrepoblada y desordenada.
El panorama urbano no es nada alentador, la ciudad tiene un proceso natural de crecimiento o expansión urbana preciso entre la zona de crisis actual, vale decir, comunas 7,8 y 9, territorio carente de vías, equipamientos y sobre todo sin agua, lo que se convierte en una coyuntura realmente preocupante pues el desordenado crecimiento urbanístico podrá generar una crisis sanitaria sin precedentes.
Esta dicotomía público-privada del territorio va a llegar a su ebullición: de los 155 mil usuarios que tiene el IBAL, se han entregado disponibilidades y factibilidades de servicio para 170 mil usuarios en este descalabrado proceso de expansión, sin contar con la infraestructura técnica y administrativa para el abastecimiento de este crecimiento que es prácticamente la población de otra Ibagué.
El sector económico de la construcción vivirá momentos complejos para el ejercicio de sus actividades ya que sus clientes no van a poder acceder a la futura oferta inmobiliaria. Aspectos macroeconómicos afectarán el valor de los insumos, la falta de seguridad jurídica de carácter nacional como el cambio de políticas en subsidios vivienda VIS y vivienda VIP y el incremento notable de las tasas de interés, así como de los materiales o insumos para la construcción, harán de la vivienda casi un lujo y requerirán media vida para poder acceder a ella.
El momento es ahora, se necesita urgente un ordenamiento mental de la sociedad y un serio y decidido ordenamiento territorial que permita alcanzar desarrollos físicos, urbanos y económicos sostenibles para el municipio en toda su extensión. De qué le sirve a la ciudad seguir contando con más unidades de vivienda si no existen equipamientos para el desarrollo económico a partir de actividades que permitan el crecimiento empresarial y la generación de empleo. En Ibagué no podrá crecer un tejido empresarial de calidad mientras el Plan de Ordenamiento Territorial POT no dibuje las zonas de crecimiento económico y genere los complementos de norma para esto. Ibagué necesita urbanismos empresariales para el desarrollo de la agroindustria, la logística, el turismo, el desarrollo comercial y de servicios.
Tristemente somos una sociedad que solo aprende y crece en la crisis del problema y la situación nos va a golpear muy duro si no estamos preparados. Elegir un buen alcalde para la ciudad que imparta un nuevo sentido a la planeación, así como autoridad y orden, es apenas uno de los componentes necesarios para sacar a Ibagué del atraso histórico heredado de nefastas administraciones. Necesitamos el concurso de todos: gremios, empresarios, academia y sociedad civil para recuperar el rumbo de nuestra amada y querida Ibagué.