Pasar al contenido principal
Econoticias y Eventos
Opinión
COMPARTIR
Se ha copiado el vínculo

Vandalismo de escritorio

Los problemas de las universidades públicas no son pocos. Y desde la Guajira hasta el Amazonas son calcados. Por: Andrés Forero.
Imagen
Crédito
Ecos del Combeima
28 Feb 2020 - 14:28 COT por Ecos del Combeima

Para quienes creemos en la democracia jamás se podrá justificar el uso de la violencia como mecanismo de acción política o de ejercicio de la ciudadanía.

Sin embargo, hay que leer cuidadosamente los contextos para poder comprender la génesis de estos fenómenos cada vez más frecuentes. En el caso de las universidades públicas, epicentro reciente y recurrente de estas acciones, los problemas no son pocos.

Las vías de derecho están agotadas, pocas veces son útiles y en cambio se convirtieron en sinónimo de trámites eternos, expedientes engavetados donde el debido proceso sacrifica la credibilidad. La paquidermia detrás de la acción legal, cuando mejor termina, se materializa en escritos o reuniones diplomáticas donde hay más excusas y justificaciones que respuestas.

Los problemas de las universidades públicas no son pocos. Y desde la Guajira hasta el Amazonas son calcados. Todo el mundo los ve y los conoce, pero como en los pabellones de las cárceles impera el silencio. Nadie se atreve a hablar de ellos más allá de los muros que los separan del exterior.

Detrás de los discursos amplificados de algunos rectores sobre recuperación financiera se desconoce que los recursos provienen de giros hechos por el Gobierno central que, en franca lead, constituyen conquistas del movimiento estudiantil y no de la gestión de los administradores o gobernantes de turno.

Pero el asunto de egos es menor frente al manejo politiquero de famiempresas y gamonales que configuran organigramas directivos a su antojo, asignan cargos meramente técnicos a políticos y hasta modifican estatutos y manuales de contratación para abrirle la puerta sin pudor al nepotismo y el clientelismo.

Más allá de las campañas publicitarias para vender o pagar titulares de prensa y desviar la atención frente a males reales, con raíces profundas y peligrosas, para las instituciones de educación superior en Colombia y las entidades llamadas a ejercer vigilancia, debería ser un asunto de preocupación la pérdida de registros calificados, la imposibilidad de contar con revistas indexadas para la publicación de sus investigadores,  la desfinanciación de proyectos de investigación, el que dejen de convocarse en los plazos establecidos concursos de méritos para nombramiento de profesores de planta y en cambio la función sustantiva más importante de las universidades, la médula de su ethos: la academia se soporte en 50% y más en catedráticos.

También deberían ser objeto de observancia especial las obras y servicios que se inauguran y no funcionan, el mantenimiento de la infraestructura física y las garantías a los ejercicios democráticos de elección de otras autoridades de gobierno; decanos y representantes estudiantiles, mecanismos necesarios para el equilibrio y la veeduría independiente.

Resultaría pertinente saber, en qué se gastan, cómo se asignan y para qué propósitos los recursos provenientes de regalías para ciencia, tecnología e innovación, y quién da cuentas reales de los miles de millones que asignan los Ocad por instrucciones de los gobernadores.

Entonces las amenazas a la Universidad van más allá de las capuchas y el anarquismo que todos reprochamos.

Hay verdaderos cánceres que apacibles y silenciosos las carcomen y que terminan haciéndoles más daño que los grafitis y los gases lacrimógenos.

No hay Esmad ni protocolo que valga para contener el vandalismo de escritorio, para levantar las barricadas que le interponen a las instituciones y los organismos de control quienes saquean el erario de la educación de nuestros jóvenes.

Y como en medio de la violencia irracional de los indignados, prima la indiferencia de quienes se hacen de oídos sordos, de quienes miran para otro lado estando llamados a alzar su voz en defensa del patrimonio público.

Ojalá aún esté lejos el tiempo en que el motivo para incomodarse colectivamente sea el cierre de los claustros o su privatización con lo que consecuentemente ello signficaría en términos de ampliación de las brechas de desigualdad en el acceso a educación superior y de calidad.

 

También te puede interesar estas columnas

Desde el enfoque socioeconómico, este es un plus para garantizar el futuro y la sostenibilidad de las familias campesinas cafeteras, pero con una una visión en la que los jóvenes se tomen el campo como empresarios rurales.

Precisamente esa falta de coherencia la que genera un ambiente de incredulidad y desconfianza por parte de los ciudadanos ante todas las acciones de los políticos.

Triste afectar así el futuro de Colombia. Y aunque lo que digo no es políticamente correcto, lo hago porque debemos construir siempre pensando en el bien común. Nos tiene que importar siempre más el futuro del país.

Ese trofeo solo se escribía con la A de Antioquia y Atlántico, pero ahora es con la A de Adriana como la mejor gobernadora del país.

Se destacan tres problemáticas centrales: la falta de oportunidades para los jóvenes, el deterioro de la infraestructura vial y la corrupción.

¡Lo volvió a hacer! El representante a la Cámara, Gerardo Yepes hace méritos para obtener el título de indisciplinado del año al interior del partido Conservador.

¿Cómo es posible que, a pesar de contar con presupuestos, políticas y documentos que advierten sobre la importancia de tomar medidas, aún no tengamos campañas bien estructuradas para reducir el consumo de agua?

Hemos sido engañados, por altos estamentos nacionales quienes desconocen y pretenden minimizar las grandes falencias de este “antisistema de salud” fundamentado sobre la intermediación financiera.